Cayetano+ | Síndrome de piernas inquietas: ¿en qué consiste y cómo tratarlo?
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Hay personas que, incluso dormidas, no pueden dejar de mover las piernas. Les resulta imposible quedarse quietas al final del día: sienten picazón, tirantez o un hormigueo incómodo que solo se alivia al moverlas. Este curioso fenómeno tiene nombre: síndrome de piernas inquietas (SPI).
El Dr. Felipe Carrillo Ramos, neurólogo clínico y especialista en medicina del sueño, explica que se trata de un trastorno neurológico que afecta el descanso y la calidad de vida de quienes lo padecen.
“Son personas que sienten una necesidad imperiosa de moverse, sobre todo cuando están quietas, y esto empeora por la noche. Muchas veces, ese malestar retrasa el sueño varias horas”, comentó el especialista en el programa Tu salud, emitido por Cayetano.plus y conducido por el Dr. Leslie Soto.
Un mal conocido desde hace siglos
Aunque parezca un problema moderno, el síndrome de piernas inquietas no es nuevo. “Ya en el siglo XVII, el médico inglés Thomas Willis describió pacientes que no podían dejar de mover las piernas mientras estaban en cama”, señala el Dr. Carrillo. Años después, el sueco Karl Ekbom estudió más a fondo este trastorno y acuñó su nombre actual.
Desde entonces se sabe que el SPI no se limita solo a las piernas: también puede afectar los brazos. Los pacientes describen una sensación desagradable, como si algo se moviera por dentro, acompañada de una necesidad urgente de mover el cuerpo para aliviarla.
El momento en que el cuerpo no encuentra reposo
Según el Dr. Carrillo, el síndrome tiene un patrón circadiano, es decir, aparece en determinados momentos del día. “Generalmente comienza al caer la tarde, entre las seis y ocho de la noche. Por eso, muchas personas tienen dificultades para iniciar el sueño. Algunas logran dormirse después de una o dos horas de mover las piernas, otras recién concilian el sueño a las tres de la mañana”.
El problema, explica, es que el cuerpo asocia el movimiento con alivio y el reposo con incomodidad. Esto genera un ciclo difícil de romper que puede causar insomnio crónico, cansancio y somnolencia diurna.
Factores genéticos y desencadenantes
El especialista señala que existe una clara predisposición genética. “Los estudios muestran que, si uno de los padres tiene el síndrome, el riesgo de que un hijo lo presente es hasta cuatro veces mayor. En gemelos idénticos, la probabilidad puede llegar al 80 %”, comenta.
Sin embargo, los genes por sí solos no bastan. Hace falta un factor desencadenante para que la enfermedad se manifieste. Entre los más frecuentes están el embarazo —sobre todo en el segundo o tercer trimestre—, la deficiencia de hierro y la insuficiencia renal crónica.
“En las gestantes, por ejemplo, el problema suele aparecer cuando baja la hemoglobina. Después del parto, los síntomas suelen desaparecer, pero años más tarde pueden volver”, detalla el Dr. Carrillo.
Hierro y dopamina: las claves del cerebro inquieto
El neurólogo explica que los genes implicados en el síndrome están relacionados con el metabolismo del hierro. “El hierro es fundamental para que el cerebro produzca dopamina, un neurotransmisor que regula el movimiento. Cuando hay deficiencia de hierro, la dopamina no se libera correctamente y aparecen los síntomas”, sostiene.
Por eso, los análisis de sangre son esenciales. “Lo primero que pedimos es medir la ferritina, que refleja las reservas de hierro en el cuerpo. Si está baja, hay que corregirla. En casos moderados, se administra hierro oral; en los más severos, hierro intravenoso”, precisa.
El déficit de dopamina también se asocia con enfermedades como el Parkinson, aunque el SPI es distinto: “No hay daño estructural en el cerebro, sino una disfunción funcional, reversible con tratamiento”, aclara el médico.
Diagnóstico: un reto clínico
Llegar al diagnóstico correcto no siempre es sencillo. Los síntomas pueden confundirse con varices, neuropatías o dolores musculares comunes. “Muchas veces los pacientes consultan por insomnio o cansancio, pero no mencionan las molestias en las piernas”, dice el Dr. Carrillo.
Existen cuestionarios clínicos con cuatro preguntas básicas:
- ¿Siente la necesidad de mover las piernas?
- ¿Empeora cuando está en reposo?
- ¿Mejora al moverse?
- ¿Se agrava en la tarde o la noche?
Si todas las respuestas son afirmativas, el diagnóstico es muy probable. En algunos casos, se puede complementar con un estudio de sueño (polisomnografía), sobre todo si se sospecha otro trastorno asociado, como apnea del sueño o movimientos periódicos intensos durante la noche.
¿Quiénes son los más afectados?
Además de las gestantes y los pacientes renales, el síndrome es más frecuente en mujeres y en personas mayores de 40 años. También se observa en quienes padecen enfermedades reumatológicas o diabetes.
Carrillo comenta que las cifras varían segó la región: “En Sudamérica, países como Brasil y Argentina registran prevalencias de hasta 15 o 20%. En el Perú, probablemente hay muchos casos no diagnosticados, sobre todo en zonas donde la anemia es frecuente”.
Tratamiento: aliviar para descansar
El abordaje del SPI depende de la severidad. Si los síntomas son leves o esporádicos, basta con mejorar hábitos de vida: mantener actividad física regular, evitar el sedentarismo prolongado, reducir el consumo de café, alcohol y nicotina, y mantener horarios de sueño regulares.
En casos moderados o graves, el tratamiento farmacológico puede incluir tres tipos de medicamentos:
- Agonistas dopaminérgicos, como el pramipexol, que ayudan a restablecer la función dopaminérgica. “Son efectivos, pero deben usarse con precaución a que a largo plazo pueden requerir dosis cada vez mayores”, advierte Carrillo.
- Antiepilépticos como la gabapentina o la pregabalina, que reducen las molestias y mejoran el sueño.
- Opioides, en casos resistentes o con dolor intenso, siempre bajo control médico.
Dormir mejor es posible
El Dr. Carrillo recuerda que el SPI no es un simple “tic nervioso”. Puede afectar el descanso, el rendimiento diario y hasta el sistema cardiovascular. “Hoy sabemos que los trastornos del sueño, incluido el síndrome de piernas inquietas, aumentan el riesgo de hipertensión y arritmias nocturnas. Por eso deben tratarse”, señala.
También advierte que los niños pueden presentar formas atípicas del síndrome, como dificultad para dormir o sensación de querer “bailar en la noche”. En estos casos, el diagnóstico temprano es importante para evitar problemas de aprendizaje y concentración.
Consultar siempre al especialista
El mensaje final es claro: si alguien siente molestias, calambres o necesidad de mover las piernas al descansar, debe consultar a un neurólogo o especialista en medicina del sueño.
“El síndrome de piernas inquietas es más común de lo que parece, pero muchas personas no saben que lo tienen. Con un diagnóstico correcto y un tratamiento adecuado, es posible dormir bien y recuperar la calidad de vida”, concluye el Dr. Felipe Carrillo Ramos.









