Más allá de flores amarillas: ¿Somos más felices en primavera y verano?
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Él la estaba esperando con una flor amarilla. Su reloj indicaba que apenas pasaban las 9 de la mañana, pero el amarillo del sol ya iluminaba la esquina con intensidad y el cielo era tan extrañamente celeste que eso solo podía significar una cosa: por fin había llegado la primavera a Lima. Los días grises de panza de burro, poco a poco, se irían y darían paso a una nueva estación, usualmente vista como sinónimo de días más felices y recuerdos más memorables. Pero, ¿qué tanta relación existe realmente entre el clima y el estado de ánimo? Descúbrelo a continuación junto a expertos de Cayetano Heredia.
Según FORECA, empresa líder mundial en previsión meteorológica, Lima apenas disfruta de condiciones soleadas durante 1238 horas al año, teniendo picos de 6 horas diarias en abril y mínimos de 1 hora en julio. Para ponerlo en perspectiva, Londres, quizá la urbe más conocida en el mundo por sus días grises, reporta cielos brillantes y despejados durante 1675 horas anuales, 437 más que Lima.
Nuestra ciudad es gris y eso afecta directamente al estado de ánimo de los limeños. Camila Llerena, investigadora del Centro Latinoamericano de Excelencia en Cambio Climático y Salud (CLIMA) de Cayetano Heredia lo explica:

«En verano los días son más largos y soleados, por lo que nos da más ganas de hacer actividades al aire libre, de tener mayores interacciones sociales y, por consiguiente, sentir una percepción de bienestar. En cambio, en invierno hay menos sol y más humedad. Eso sumado al frío hace que la gente tienda a ser un poco más sedentaria, causando el efecto contrario».

¿Verano=Felicidad, Invierno=Tristeza?
El origen de la tendencia de regalar flores amarillas al comienzo de la primavera se debe a la re-viralización en redes de la serie argentina “Floricienta”, del año 2004. En esta historia, la protagonista anhela que su amado le obsequie flores de este color, siendo un componente clave en la trama, a tal punto que incluso la canción principal de la novela juvenil tiene este nombre.
Emir Condori, psicólogo social y docente de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, señala que la popularidad de esta tradición ha ido aumentando año a año, sobre todo en los jóvenes, a tal punto de casi volverse una nueva regla social.
Que este fenómeno nos provoque felicidad en primavera responde a un efecto cultural, similar a cuando pensamos en el verano como sinónimo de vacaciones, playa, amigos y comida. Es difícil para los limeños imaginar algo parecido en otoño o invierno. Pero esta no es necesariamente la regla en todas las culturas. Sin ir muy lejos, para aquel que vive en Santiago de Chile el invierno puede remitir a ir a la nieve o a esquiar, causando una sensación de alegría que otras sociedades nunca relacionarían con las bajas temperaturas.
Volviendo al Perú, el MINSA reporta que alrededor del 3 % de la población peruana podría verse afectada cada invierno por depresión estacional, un trastorno afectivo con síntomas similares a la depresión convencional, pero que aparece con la llegada de las estaciones frías y desaparece al arribar las cálidas. Sus causas se vinculan a desequilibrios de serotonina, el aumento de la melatonina y la falta de vitamina D; estas dos últimas directamente relacionadas a las condiciones invernales con días oscuros y escasez de luz solar.
Habiendo dicho todo esto, pareciera que el sol y el calor de la primavera y el verano son siempre garantía de felicidad para los limeños, pero ¿es esto una regla inquebrantable?

¿Clima privilegiado?
Según datos del Servicio Nacional de Metereología e Hidrología del Perú (SENAMHI), entre 1991 y 2020 la temperatura promedio de Lima osciló entre los 16° grados centígrados en los meses más fríos y los 24° grados centígrados en los meses más cálidos, con pequeñas precipitaciones limitadas a apenas unas pocas semanas al año. Es por esto que se podría afirmar que el clima de nuestra metrópoli, a diferencia de muchas ciudades del mundo, es ideal: ni mucho frío en invierno, ni tanto calor en verano. Aquí nunca debemos preocuparnos por comprar un paraguas por si llueve, porque la nieve cierre carreteras o que las olas de calor hagan intransitables las calles para los peatones.
Sin embargo, la sensación generalizada en la población es que cada verano que pasa es más caluroso que el anterior, y esto no es casualidad, sino que responde a una tendencia global: según la NASA, el año más caluroso de la historia de la humanidad fue el 2024, rompiendo el récord vigente marcado por el -como no podía ser de otra forma- 2023.
Al respecto, Mag. Emir Condori señala que si bien los climas cálidos tienden a que el ser humano se muestre más alegre, uno caluroso en extremo y con sol intenso puede causar un efecto contrario, llevando a incomodidad, disgusto y comportamientos agresivos.
No es sorpresa, entonces, que sean más comunes las quejas en redes de usuarios sofocados adentro de una combi a las 2 de la tarde en pleno febrero antes que las de alguien que tiene mucho frío en julio. Total, para esto último basta con aumentar las capas de ropa, mientras que para el primer escenario a veces pareciera que ni aunque uno se despojara de todas sus prendas lograría aliviarse del calor.

Mito desmentido
La realidad es que ninguna estación es garantía de un estado de ánimo en particular, y existen variables biológicas, físicas, culturales y contextuales que determinarán cómo nos estaremos sintiendo a lo largo del año en relación al clima.
Sin embargo, en caso reconozcamos que tenemos más disposición a que el tiempo afecte nuestro bienestar, debemos ser capaces de, en la medida de lo posible, cambiar hábitos y prepararnos mejor. El psicólogo Emir Condori lo señala:
Si algo destaca del ser humano es su adaptabilidad. Hay gente que en verano prefiere no salir a la calle, y esa es una predisposición a una realidad existente. Lo mejor que podemos hacer es ser conscientes de que esas características propias de la estación en la que nos encontramos van a influenciar nuestra forma de sentir y de comportarnos. Por lo tanto, también nosotros debemos cuestionarnos cuánto de eso realmente nos termina afectando en la forma de desenvolvernos en la vida cotidiana y actuar al respecto.
Por ejemplo, una forma de combatir lo peor del invierno puede ser empezar a realizar actividad física durante esta época, ya que el ejercicio favorece la producción de endorfinas y serotonina, neurotransmisores que elevan el estado de ánimo, reducen el estrés y aportan una sensación general de bienestar. En cambio, para hacer frente a lo más incómodo del verano, podríamos optar por prendas más ligeras, mantenernos hidratados y ajustar nuestros horarios para evitar las horas de mayor radiación solar, cuando el calor puede generar irritabilidad, fatiga y malestar general.
Así que ya lo sabes: toma tus precauciones frente a cada tipo de clima y, si sospechas que podrías estar pasando por una depresión estacional, recuerda que el Ministerio de Salud dispone de la línea 113, opción 5, y de los números de WhatsApp 955 557 000 y 952 842 623 para brindar apoyo emocional gratuito. Porque las estaciones pasan, pero tu bienestar merece quedarse todo el año.