Entre la ilusión y el miedo: cómo afrontar el salto del colegio a la universidad
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Dar el paso del colegio a la universidad es uno de los momentos más significativos en la vida de un joven. Para muchos representa la realización de un sueño, el inicio de un camino profesional y la oportunidad de mayor independencia. Sin embargo, junto con la ilusión aparecen tensiones, emociones contradictorias y desafíos que pueden impactar la salud mental y el bienestar emocional de los estudiantes.
La psicóloga educativa, Mag. Mónica Velasco, entrevistada en el programa Cayetanamente, emitido por Cayetano.plus y conducido por la Dra. Dany Araujo, describe este proceso como “una transición difícil, llena de sueños, pero también cargada de ansiedad, estrés y temores”. Cada estudiante lo vive de manera distinta: según su personalidad, su preparación académica previa y el acompañamiento de su entorno familiar.
Un camino lleno de contrastes
El ingreso a la universidad suele estar acompañado de orgullo, curiosidad y entusiasmo, pero también miedo e inseguridad. Algunos jóvenes se adaptan con mayor facilidad, especialmente si su colegio los preparó en habilidades como el pensamiento crítico, la organización del tiempo y autonomía en el estudio.
Otros, en cambio, enfrentan un panorama más desafiante. “Hay ingresantes que llegan con bastantes temores, pensando que la educación será completamente diferente, que los profesores enseñarán de otro modo y que ellos no estarán a la altura”, señaló la Mag. Velasco.
Si ese miedo inicial no se maneja, puede convertirse en un obstáculo para la adaptación.
Preparados y no tan preparados
La diferencia suele estar en las habilidades adquiridas antes de ingresar. Quienes cuentan con bases sólidas -como reflexión, organización y autogestión- se desenvuelven mejor. En cambio, los que no desarrollaron estas competencias tienden a sentirse perdidos, sin un método claro de estudio, presionados y con baja autoestima.
Este déficit refuerza pensamientos de fracaso, aumentando la ansiedad y la inseguridad.
La soledad: un desafío silencioso
La transición no es solo académica, también social. Tras más de una década en el colegio rodeados de amistades y rutinas conocidas, muchos jóvenes experimentan soledad al ingresar a un entorno completamente nuevo.
Preguntas como “¿A quién le hablo? ¿Cómo hago nuevas amistades?” son comunes y, en algunos casos, llevan a conductas evasivas: evitar entrar al aula, rechazar trabajos grupales o incluso fingir asistir cuando en realidad permanecen en casa. Esta conducta, advierte la Mag. Velasco, puede estar asociada a ataques de pánico o desmotivación creciente que, sin apoyo, derivan en abandono de los estudios.
El peso de la frustración académica
La primera gran crisis suele aparecer con los fracasos académicos. “En el colegio estaban acostumbrados a éxitos inmediatos; en la universidad los logros son el resultado de un proceso más largo y exigente”, explica Velasco.
Paradójicamente, los alumnos más exitosos en la escuela no siempre replican ese rendimiento en la universidad, mientras que otros que no destacaban logran reinventarse y crecer en la educación superior.
Entre la perseverancia y la deserción
La frustración académica puede generar dudas como “¿Me equivoqué de carrera?” o “¿Soy capaz de lograrlo?”. Si no se gestionan, estos sentimientos pueden llevar a la deserción.
Aquí, la familia y la institución cumplen un rol fundamental. Programas de tutoría, mentoría o asesoría académica y testimonios de exalumnos pueden ayudar a los jóvenes a entender que estas crisis son parte del proceso formativo.
Autonomía y auto concepto: claves para crecer
El objetivo final es que los estudiantes aprendan a ser autónomos, y ese proceso debería comenzar mucho antes de llegar a la universidad. Según la Mag. Velasco, “el rol de los padres no es resolver los problemas de sus hijos, sino orientarlos para que aprendan a gestionar sus estudios, horarios y responsabilidades”.
Otro factor determinante es el autoconcepto, es decir, la percepción que el estudiante tiene de sí mismo en lo social, personal, familiar y académico. Un buen autoconcepto favorece la integración, refuerza la identidad y la seguridad, y brinda un marco de apoyo indispensable.
Incluso aspectos cotidianos, como dejar atrás el uniforme escolar y elegir cómo vestirse, forman parte de la construcción de la autonomía y de la identidad personal.
La vida social también importa
La vida universitaria no se reduce a clases y exámenes: también incluye amistades, actividades extracurriculares y experiencias que moldean la personalidad. Sin embargo, surge el reto de equilibrar académico con lo social. La clave está en la organización y en saber elegir con criterio qué amistades aportan valor al desarrollo personal. Reconocer cuáles impulsan y cuáles distraen es fundamental para mantener el equilibrio.
Recomendaciones para una adaptación saludable
- Mantener una comunicación abierta con la familia
- Buscar tutores, mentores o especialistas en salud mental
- Recordar que la universidad es un proceso de aprendizaje, no un salto inmediato hacia la madurez
- Entender que los fracasos no definen el futuro, sino que forman parte del camino
La universidad como escuela de vida
La transición del colegio a la universidad debe asumirse como un proceso de crecimiento personal y académico. Más allá de preparar para una profesión, la universidad se convierte en una escuela de vida: un espacio para explorar fortalezas, enfrentar miedos y descubrir que cada dificultad es parte de la formación integral de los futuros profesionales.