La inteligencia artificial en el Perú
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La inteligencia artificial (IA) ya no es un concepto futurista: está transformando la educación, la salud, la producción de bienes y servicios e incluso la guerra. Por ello, es positivo que el Ejecutivo haya reglamentado la Ley 31814, aprobada hace dos años, que busca garantizar un desarrollo responsable de esta herramienta fundamental para el progreso de diversos sectores productivos, sociales y científicos. La norma define los principios éticos –como la transparencia y la no discriminación–, cautela derechos –como la privacidad de los datos personales– y asegura la prevención de riesgos, diferenciando usos de menor o mayor impacto de la tecnología en la vida de las personas.
Un asistente de información cultural se considera de bajo riesgo; un sistema de tutoría digital en educación o un algoritmo de selección de personal, de riesgo medio, mientras que un modelo para diagnósticos médicos, asignación de subsidios sociales, vigilancia policial o análisis de inteligencia militar entra en la categoría de alto riesgo e impacto, por lo que requiere mayores salvaguardas de seguridad, transparencia y supervisión humana.
En suma, es un marco normativo adecuado y ambicioso que exige a toda organización, pública o privada, que implemente políticas claras y mecanismos idóneos de protección. La pregunta es si es suficiente, porque la aplicación de la inteligencia artificial a nuestras necesidades nacionales no progresará solo con una buena ley, sino con el desarrollo del talento especializado, centros de investigación multidisciplinarios, procesos de gobernanza tecnológica que aseguren rendición de cuentas y fuentes de financiamiento sostenido con las que aún no contamos.
Simultáneamente, es urgente mejorar la calidad de la información pública que producimos y las bases de datos de que disponemos, pues son la materia prima de todo sistema de inteligencia artificial. También es necesario comenzar a desarrollar un ecosistema con los actores claves de esta tecnología, que incluye a las universidades, el Estado y el sector empresarial.
Imaginemos si contáramos con agentes de inteligencia artificial integrados al sistema de salud, capaces de procesar millones de datos clínicos, demográficos y socioeconómicos para enfrentar la tuberculosis y la anemia infantil. Esta tecnología puede no solo mejorar la precisión diagnóstica, sino orientar las intervenciones preventivas para reducir su incidencia.
En tuberculosis, el Perú registra una de las tasas de incidencia más altas de la región. La IA puede apoyar analizando radiografías de tórax para detectar lesiones sospechosas, interpretando imágenes microscópicas de cultivos de saliva e integrando datos clínicos claves. También puede convertirse en un aliado estratégico del personal de salud en el seguimiento de pacientes, la prevención de contagios y la gestión de la enfermedad en el ámbito poblacional. Pero para que su desempeño sea adecuado y confiable, los algoritmos deben entrenarse de manera continua y cada actualización debe quedar registrada de forma auditable y replicable.
En lo que respecta a la anemia infantil, con inteligencia artificial se pueden combinar las bases de datos del Ministerio de Salud, Essalud, el INEI y los gobiernos regionales para anticipar qué niños tienen mayor riesgo según variables como su crecimiento y desarrollo, alimentación, acceso a agua potable o condiciones de vivienda. Si estos modelos se despliegan en tablets de agentes comunitarios y se actualizan continuamente, es posible identificar a las familias más vulnerables y evidenciar los factores que más inciden en el ámbito nacional, regional y provincial.
Si convertimos a la inteligencia artificial en una verdadera palanca de nuestro desarrollo científico y tecnológico, y lo hacemos con responsabilidad y las debidas salvaguardas éticas, la derrota de la tuberculosis y la anemia dejará de ser una posibilidad pendiente y se convertirá en un testimonio de lo que nuestro país supo alcanzar. Porque sin ciencia no hay futuro, y el Perú no puede seguir posponiéndolo.
Dra. Fabiola León-Velarde es directora de nuestra Escuela de Posgrado.









